¿Cuál es la diferencia entre el vidrio bajo emisivo y el vidrio de control solar?

Mantener la casa fresca sin aire acondicionado es una pequeña odisea en las provincias y meses más calurosos. Después de la fachada y la cubierta, las ventanas son las principales responsables de las fugas energéticas en cualquier edificio, con pérdidas estimadas en el 13%, según datos de la Fundación La Casa que Ahorra. Por sus cualidades aislantes e impacto positivo en la eficiencia energética, la instalación de ventanas con cristales de baja emisividad y control solar son la respuesta a este problema.

Cuando hablamos de diseño de ventanas, ¿qué diferencia hay entre bajo emisivo y control solar?, ¿son complementarias estas propiedades? En primer lugar, una ventana con vidrios de baja emisividad aumenta el nivel de aislamiento térmico de la vivienda, es decir, reduce las transferencias de calor y de frío desde el interior del inmueble hacia el exterior.

Con los cristales bajo emisivos, se obtiene una mayor independencia del suministro eléctrico, permiten ahorrar en la factura de la luz y disminuyen la explotación de recursos naturales. Se comercializan habitualmente como Low-e o ATR (por las siglas en inglés de «aislante térmico reforzado») y están disponibles para múltiples tipos de cerramientos: vidrieras, puertas acristaladas, etcétera.

Por su parte, las ventanas con vidrios de control solar aíslan el inmueble de la radiación solar del exterior, neutralizando la transmisión de la energía calórica en estaciones cálidas y generando una suerte de efecto invernadero. De este modo, ayudan a regular el termómetro en interiores y a disfrutar de unas condiciones térmicas más constantes, fomentando además el aprovechamiento de la luz natural, siendo una opción más ecológica que las persianas y cortinas tradicionales.

Sintetizando lo anterior, los vidrios bajo emisivos mejoran el aislamiento térmico de la vivienda limitando las salidas y entradas del frío o del calor, mientras que los de control solar impiden que la radiación del sol altere las condiciones térmicas en el interior de la vivienda. Los primeros producen un beneficio tangible durante todo el año; los segundos, durante los meses de primavera y de verano.

Respecto a su fabricación, las diferencias entre un vidrio baja emisividad y control solar son notables. En los primeros, el vidrio contiene una lámina de éxitos metálicos en su cara principal, que refleja la energía calorífica, deteniendo así su escape a través de las ventanas. Generalmente, se diseñan con un doble o triple cristal, característica que potencia sus capacidades aislantes.

Los vidrios de control solar, en cambio, contienen una lámina de átomos de metales nobles en la cara externa del vidrio que atraen la radiación UV y repelen la luz infrarroja o IR. Entre sus prestaciones destacan la transmisibilidad de la radiación, la reflectancia y la capacidad de absorción.

Los beneficios del vidrio de control solar y bajo emisivo son complementarios y pueden actuar dualmente para mejorar la calidad de la eficiencia energética de la vivienda y economizar en el consumo eléctrico. Así, las ventanas equipadas con estos cristales suponen un paso adelante en la construcción de hábitats pasivos y sostenibles.

Para maximizar aún más los niveles de eficiencia, se recomienda el uso de doble o triple acristalamiento, así como de persianas y cerramientos con tecnología ‘Passivhaus’. En concreto, el funcionamiento de las ventanas formadas por dos o más vidrios se basa en la conductividad calórica y acústica del aire; este, al permanecer estanco en la cámara interna de la ventana, impide en las transferencias de corrientes de frío y de calor.

Aunque estas y otras innovaciones sean recientes, la búsqueda y desarrollo de ventanas optimizadas para el ahorro energético comenzó en la década de 1920, siendo las unidades de vidrio aislante (IGUs, por las siglas de insulated glass units) uno de los primeros avances al respecto.

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