¿Problemas para cerrar una ventana? La falta de mantenimiento, sumada a distintas amenazas (oxidación, humedades, dilatación térmica), es fuente de averías y disfunciones en los herrajes, perfiles y otros elementos. Como sucede con las puertas correderas que no corren bien, su reparación puede requerir soluciones de complejidad variable: desde la aplicación de un simple lubricante, hasta el reemplazo de componentes individuales o del marco en su conjunto. Así pues, ¿cómo arreglar una ventana que no cierra?
Con el tiempo y el uso, determinados componentes pueden debilitarse y precisar un reajuste. Los tornillos que mantienen el pestillo y el resto de la cerradura unidos al marco deberán apretarse en caso de estar sueltos, cuidando de asegurarlos en la posición correcta, tal como se adquirieron de fábrica. Esta medida contribuye a evitar la compra de recambios para cierres de ventanas de aluminio, pero en ocasiones no quedará más alternativa que sustituir la pieza defectuosa.
El desgaste por el uso puede, en sí mismo, acelerar la aparición de fricciones, chirridos y bloqueos en el sistema de cierre de la ventana. En caso de no reemplazar las piezas afectadas, esta avanzadilla de efectos negativos se acompañará de filtraciones de aire y de vaho en los cristales.
Asimismo, la acumulación de suciedad en los herrajes y otros mecanismos del cierre en ventanas de aluminio puede ocasionar atascos y disfunciones. En particular, las piezas móviles son extremadamente sensibles al polvo, la arena y los desperdicios en general. Como resultado del atoramiento o la fricción excesiva, la ventana se cierra con dificultad, forzando al usuario a hacer un sobresfuerzo que puede conducir al deterioro temprano de la manilla o de los perfiles.
Este problema tiene fácil solución: basta con eliminar los cuerpos extraños que interfieren en el normal funcionamiento de la ventana. Una inspección superficial puede revelar el origen del atasco, pero en ocasiones será necesario proceder a desmontar el herraje y utilizar cepillos, aspiradoras, etcétera, para limpiar en profundidad todos sus componentes móviles.
Con frecuencia los chirridos y fricciones son indicativos de un mantenimiento negligente. Si la manilla de la ventana no cierra o se bloquea en ciertas posiciones, lubricar este accesorio puede resolver el problema. Regularmente, todos los mecanismos y piezas móviles de la ventana deben engrasarse con aceites y otros productos diseñados a tal efecto.
Sin embargo, el mal funcionamiento de una ventana no siempre es atribuible al déficit de limpieza o de lubricación de sus herrajes. El rozamiento entre la hoja y el marco, por ejemplo, dificulta la manipulación de la ventana, provocando atoramientos y fricciones entre los componentes internos. La causa más probable es un desajuste en las bisagras. Las roturas y deformidades por oxidación también son factibles. De confirmarse este diagnóstico, se debe reemplazar la bisagra para arreglar una ventana oscilobatiente que no cierra.
Ahondando más en los factores externos, las humedades y el óxido son grandes amenazas para las manillas y cierres de ventanas de aluminio antiguas. A diferencia del acero o la fibra de vidrio, este metal tan ligero y versátil es vulnerable a la humedad excesiva que acompaña al invierno y otras épocas del año.
Sin mantenimiento, la oxidación del aluminio no sólo desluce su estética, sino que también aminora su operatividad. En piezas expuestas de metales menos resistentes al óxido, como el hierro y el cobre, este fenómeno puede inutilizarlos sin remedio en pocos años.
La madera, pese a ser un material común en la fabricación de ventanas, es vulnerable a la exposición solar y los cambios de temperatura. Cuando aparecen problemas de cierre y de apertura, debe considerarse la posibilidad de una dilatación térmica, en lugar de una avería o rotura de los herrajes.
Este proceso se manifiesta como un incremento progresivo del volumen y longitud de los perfiles, en respuesta al aumento de la agitación térmica de sus moléculas constituyentes. La dilatación térmica influye así negativamente en el buen uso de la ventana, generando roces entre el marco y los perfiles y alterando el funcionamiento de los elementos del cierre y la manilla. Por tanto, cambiar el cierre de la ventana no sería la solución en este caso, pues el problema radica en el deterioro del material de la perfilería.